La fe que produce esperanza
Sermón de Pastora Patricia
Ebenezer: hasta aquí nos ha ayudado El Señor.
Que el Señor les bendiga, hermanos. ¡Cuantos hoy podemos darle gracias al Señor porque esta Palabra se ha cumplido y se cumple en cada uno de nosotros hasta el día de hoy! Dice la Palabra que su amor perdura por siempre. Y de esta forma, oramos para que su Palabra produzca en nuestros corazones siempre un amor que perdure en todo tiempo y en toda circunstancia, para que lo exaltemos y demos gracias siempre. El tema para este día es: La fe produce esperanza. Vamos a la palabra en Hebreos 11:1.
“Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve.” Dice en otra versión: “Confiar en Dios es estar totalmente seguro de que uno va a recibir lo que espera. Es estar convencido de que algo existe, aun cuando no se pueda ver.”
Hoy lo que podemos ver es caos, hoy solo escuchamos noticias que causan tristeza. Hace siete meses estamos viendo que el mundo dio un giro como nunca lo hemos visto; estamos viviendo tiempos en los cuales no vemos nada bueno, y que nunca creíamos que íbamos a ver. Y cada día, la gente está atenta a las noticias, esperando oír una buena noticia, esperando que las cosas mejoren— esperando que encuentren la vacuna contra esta enfermedad que está matando mucha gente.
Pero hoy les vengo a dar una muy buena noticia que tiene que ver con la cura para una enfermedad que es mucho peor que una pandemia, y esa enfermedad es el pecado: el pecado que entró y contaminó, y que ha enfermado a la humanidad y ha matado más personas que cualquier pandemia a través de los siglos.
Esta buena noticia es el evangelio. Allí encontramos la cura para esta enfermedad llamada pecado, y nuestro Dios ya la proveyó. Los científicos están en busca de vacunas para las enfermedades y de esa forma poder preservar la vida, y lo han logrado al pasar los años, pero cuando el hombre pone su confianza en la buenas nuevas del Evangelio de Dios, entonces su vida es preservada no solo en esta vida sino para vida eterna, y esta es la buena noticia. ¡Alabado sea nuestro Dios! Esta vacuna crea resistencia y defensas en el sistema espiritual y mantiene alejados de contraer la enfermedad a aquellos a los cuales diariamente es suministrada las buenas noticias.
Bendito el Señor, que nos ha provisto de la cura para que la enfermedad del pecado tuviera un antídoto, y es nuestro Señor Jesucristo, el mismo Dios que bajó a darnos a conocer su Palabra que es más poderosa y enseñarnos que el mismo es la Palabra que está en nosotros. Y si Él está en nosotros, ¿quien contra nosotros? Aleluya. La palabra nos enseña que la fe es una seguridad de ver las cosas como que si las tenemos, y eso es lo que da descanso al alma del que cree, porque las promesas del Señor son “sí y amén en Cristo Jesús.”
Vamos a ver en Mateo 9:27-29, “Al irse Jesús de allí, dos ciegos lo siguieron, gritándole: “¡Ten compasión de nosotros, Hijo de David!” Cuando entró en la casa, se le acercaron los ciegos, y Él les preguntó: “¿Creen que puedo sanarlos?” “Sí, Señor,” le respondieron. Entonces les tocó los ojos y les dijo: “Que se haga conforme a su fe.”
Y esta es la historia de dos hombres que no veían. Ellos primero escucharon las buenas noticias y creyeron, y después siguieron a Jesús porque estaban convencidos que podía sanarlos— esta es la fe. Ellos siguieron al que era, y es la buena noticia; y no solo lo siguieron sino que gritaban a gran voz al que podía liberarlos de esa ceguera, de esa enfermedad, porque ellos estaban enfermos. Eran ciegos; no podían ver.
Hoy, ¿cuántos están enfermos que no pueden ver, que no pueden escuchar las buenas noticias, el mensaje que trae la sanidad? Porque hoy hay muchos mensajes que están mezclados, y ese mensaje no puede curar la enfermedad del pecado. Por eso, es necesario que así como estos dos ciegos que aunque sus ojos no veían, pudieron gritar a voz en cuello, “Señor, Hijo de David, ven y sálvanos,” porque reconocieron que solo había uno que podía sanarlos, y lo siguieron.
¿Qué hace la fe en la vida del que cree? Produce esperanza, y dice la palabra que la esperanza no nos defrauda porque Dios ha derramado su amor en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha dado. Y por medio de Jesucristo, nos ha dado una esperanza viva, amén, porque en esa esperanza fuimos salvados. Dios hizo tan perfecto el cuerpo del ser humano que el hombre en lo natural libera una sustancia llamada las hormonas de la felicidad, también conocidas como endorfinas, y son producidas por el organismo en respuesta a las diferentes sensaciones como el estrés, el dolor, la risa, el llanto, influyendo en el fortalecimiento del sistema inmunitario, o manifestándose de acuerdo a las sensaciones que envían mensaje al cerebro. Y de esa forma, el cuerpo actuará ya sea en alegría, ya sea en tristeza, ya sea en enfermedad. Cuando nuestros ojos están fijos en el autor y consumador de la fe, la esperanza producirá las endorfinas de la felicidad, y estas envían el mensaje al cerebro. Y así, aunque oímos y vemos lo que pasa a nuestro alrededor, no nos desanimamos; al contrario, por dentro esta esperanza produce renovación, y hace que expresemos gratitud con alegría del corazón. ¡Que increíble la Palabra del Señor!
Hoy podemos ver al Señor, así como estos hombres que cuando Jesús los tocó, lo pudieron ver y su reacción fue ir a compartir el milagro que ellos habían recibido. ¿Qué milagro ha hecho Dios en nuestras vidas? ¿A cuántos El Señor nos ha abierto los ojos? ¿A cuántos El Señor nos ha abierto los oídos?
El no dijo que no íbamos a pasar tribulación, Él les dijo a los discípulos en el mundo van a tener problemas pero Él dijo confíen en mí, que yo he vencido al mundo. Alabado sea El Señor. Es necesario que todas estas cosas pasen, porque solo así podemos entender que nuestro Dios es más poderoso que todo. En la Palabra, podemos ver como vinieron obstáculos, pero aquel que tenía su mirada en Él, Él los libraba.
¿Qué hicieron los dos ciegos? Ellos se acercaron a Él, y ¿que nos dice la palabra en Hebreos 10: 22-23? “Acerquémonos, pues, a Dios con corazón sincero y con la plena seguridad que da la fe, interiormente purificados de una conciencia culpable y exteriormente lavados con agua pura. Mantengamos firme la esperanza que profesamos, porque fiel es el que hizo la promesa.” Nuestro Dios es fiel a su Palabra. Estos hombres se acercaron con desesperación al Señor, porque tenían una necesidad.
Y el Señor no solo los sanó, pero también los salvó al purificar su interior. Cuando tenemos una necesidad, ¿a quien nos acercamos para buscar ayuda? La palabra nos dice que Él no solo sanaba, pero también, dice, “tu fe te ha salvado.” Grande es nuestro Dios.
Miramos la historia de una mujer; dice la Palabra, que fue liberada de 7 demonios. Ella entró a la casa del fariseo donde Jesús había sido invitado con sus discípulos. Esta mujer entró y se postró a los pies de Cristo, sin importar que la ley no le permitía, acercarse por su condición de pecadora. Allí, podemos ver el acto de alguien con una desesperación y necesidad en el alma. Ella se postró y derramó un frasco de un perfume muy caro, en demostración de un corazón sincero que tenía una gran necesidad delante del Señor en rendición a Él. Y dice que la casa se llenó de la Fragancia del amor de una mujer que encontró a su amado que la liberó de toda una vida de pecado y desprecio, y de la culpa que esto produjo en ella. Él llenó el vacío de su corazón, y le dio una esperanza, y al salir de allí, esta mujer comenzó una nueva vida.
Bendito nuestro Dios. Es lo que Él hace con todos los necesitados, con todos los pobres en espíritu, con todos los que tienen hambre y sed de justicia. Cuando el hombre no tiene su esperanza en el Señor, y la tiene en las cosas que este mundo ofrece, entonces todo se desvanece para él, porque este mundo con sus malos deseos pasará, pero él que hace la voluntad del Señor permanecerá para vida eterna. Podrán venir cosas pero nada apartará el corazón de alguien que ha encontrado a su Salvador y permanece en Él.
Esta mujer es la Iglesia, que ha sido atraída por el Señor con cuerdas de amor. Él nos atrajo para mostrarnos su misericordia.
Hoy que las cosas han cambiados. Las buenas noticias del evangelio nos han sido dadas para mantener firme la esperanza, así como el profeta Jeremías dijo, “Al encontrarme con tus palabras yo las devoraba porque ellas eran el gozo de mi corazón.” En los momentos de dificultad cuando él se sentía que no podía, él iba a la Palabra que Dios le había dado y él se fortalecía. ¿Para cuantos hoy esa Palabra de esperanza es lo que mantiene su gozo, porque esta palabra es el Verbo que se hizo hombre? Hoy la Palabra está en nosotros.
A través de los tiempos, los gobiernos han gastado millones por conseguir las vacunas para las enfermedades que han matado a muchas personas. Pero Dios pagó un precio que jamás nunca nadie podrá pagar— para salvarnos de la muerte eterna, porque no se pagó con oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo Jesús como un cordero sin mancha ni defecto. Y así darnos la salvación que trae sanidad. Bendito el Señor que bajó de su trono y se hizo hombre para ir a derramar su sangre, el precio por nuestro pecado, el precio que nunca nadie podrá pagar para liberarnos de la enfermedad del pecado, que mata y que lleva a una muerte eterna. Pero dice la Palabra que nuestra sanidad y salvación no se pagó como hoy están pagando millones las naciones; se pagó con algo que vale más que eso, la sangre preciosa de nuestro amado Jesús. Y esto nos lleva a vivir vidas en libertad, porque el Señor ha traído libertad. ¡Increíble nuestro Dios!
Isaías 35:3, “Fortalezcan las manos débiles, afirmen las rodillas temblorosas.” El mundo hoy está con temor. El mundo se está debilitando y temblando porque la economía en todo el mundo está tambaleando. Estamos viviendo en tiempos difíciles, pero el Señor nos dice: “Manténganse firmes e inconmovibles.”
Hoy es día de fortalecer las manos y levantarlas hacia el cielo, y que al ver todo lo que está pasando, podamos decir como el profeta, “Ebenezer, hasta aquí nos ha ayudado el Señor.” Dice el verso 4-6, “Digan a los de corazón temeroso: «Sean fuertes, no tengan miedo. Su Dios vendrá, vendrá con venganza; con retribución divina vendrá a salvarlos». Se abrirán entonces los ojos de los ciegos y se destaparán los oídos de los sordos; y gritará de alegría la lengua del mudo. Porque aguas brotarán en el desierto, y torrentes en el sequedal.” Esas aguas representan la medicina para la enfermedad del pecado. Una persona enferma está seca, está débil. Permitamos que esas aguas inunden todo nuestro ser y todo nuestro interior, y así de nuestro interior broten manantiales para vida eterna.
La Palabra es medicina; Él es la medicina a nuestros huesos. Él es la medicina para la enfermedad. Él es la medicina para la tristeza. Él es la medicina para la depresión. Él es la medicina para el estrés que causa muerte. Él es la cura para aquellos pecados que nos han atado a vivir en enfermedad, en ceguera espiritual. Él es la medicina para poder ser liberados de toda maldad. Todo aquel que se acerque a Él se abrirán sus ojos. Los oídos de los sordos oirán. Gritarán de alegría la lengua del mudo, aquel que no podía alabar al Señor, aquel que no podía hablar de la Palabra, y el cojo saltará alabando al Señor.
Fueron abiertos los ojos de los dos ciegos, y ellos pudieron descubrir la santidad del Señor. Esta mujer– sus oídos fueron abiertos y sus rodillas que temblaban de miedo pudieron postrarse delante de Dios, al ver la santidad y al ver que delante de Él ella era indigna. Pero al acercarse, Jesús la tocó y pudo experimentar no solo la salvación, no solo la liberación, pero experimentó el gran amor del Señor, que le trajo sanidad a su corazón y a partir de ese momento ella lo siguió, porque encontró al amor de su vida.
¿Quién hoy necesita esa sanidad en el corazón? ¿Quién hoy necesita esa salvación? ¿Quién hoy necesita ser liberado y decirle, “Señor, rompe con todo lo que nos ha impedido, entregarnos a ti,” y ser sanados? Él convierte el valle de la desgracia en camino de esperanza. Bendita la Palabra del Señor. Las buenas nuevas del evangelio que traen salvación y sanidad están disponibles hoy; no hay que ir a buscar tan lejos. Allí donde usted está, allí están. No hay que pagar porque el Señor ya pagó. Solo tenemos que acercarnos con corazón sincero.
Oremos hoy al Señor. Señor, hoy me acerco a ti, entro al trono de la gracia. Sé que en ti hay salvación y sanidad. Sé que tú eres el ancla de la esperanza que nos mantiene firme en todo tiempo, y por eso hoy te alabo y te agradezco por lo que has hecho y por lo que haces. Señor, hoy te doy gracias por las buenas noticias que, a través de ella, podemos vivir y levantarnos cada mañana con la esperanza de un nuevo día en el que veremos tus maravillas.
Bendito el hombre que ve lo que tú estás haciendo, y bendito el hombre que escucha lo que tú estás hablando para recibir tu bendición. Benditos nosotros que nos has abierto los ojos y oídos para ver y oír tus maravillas. Gracias, Padre. En el nombre de Cristo Jesús, amen y amen.