Importancia de la palabra en la vida del cristiano

Noel Hernández
Iglesia Fe Unida
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Josué 1:7-8
“Solo te pido que tengas mucho valor y firmeza para obedecer toda la ley que mi siervo Moisés te ordenó. No te apartes de ella para nada; solo así tendrás éxito dondequiera que vayas. Recita siempre el libro de la ley y medita en él de día y de noche; cumple con cuidado todo lo que en él está escrito. Así prosperarás y tendrás éxito.”



Bendiciones, Iglesia. La Palabra para el día de hoy la encontramos en Josué capítulo 1 versículos 7 y 8: “Solo te pido que tengas mucho valor y firmeza para obedecer toda la ley que mi siervo Moisés te ordenó. No te apartes de ella para nada; solo así tendrás éxito dondequiera que vayas. Recita siempre el libro de la ley y medita en él de día y de noche; cumple con cuidado todo lo que en él está escrito. Así prosperarás y tendrás éxito.”

Estas son palabras que el Señor le está dando a Josué. En este punto, Moisés había muerto y ahora Dios, en su soberana voluntad, ha escogido a Josué cómo el nuevo líder, el nuevo sucesor, el encargado de llevar al pueblo rumbo a la Tierra Prometida.

En los versículos anteriores, encontramos que el Señor le está diciendo a Josué que debe de prepararse él y todo el pueblo para cruzar el río Jordán, y posteriormente, ingresar a la Tierra Prometida. También, el Señor le rectifica a Josué la promesa que le hizo a Moisés— de entregarle todo lugar que tocaren sus pies, dónde quiera que ellos fueran el lugar que ellos tocaren con la planta de sus pies. El Señor le dice, ”Yo te lo entregaré será de tu propiedad.” También, le dice que “durante todos los días de tu vida nadie será capaz de hacer de frente.” Posteriormente, Josué se iba a enfrentar a numerosos pueblos a ejércitos grandes, pero el Señor le dice que esté tranquilo, que él le dará la victoria sobre sus enemigos. También, le dice, ”No te dejaré ni te abandonaré.”

Me imagino que al escuchar esta promesa de parte de Dios Todopoderoso, el corazón de Josué que sintió tranquilo al saber que en esta nueva asignación él no estaría solo. El Dios Todopoderoso lo acompañaría y no lo dejaría. Pero, ¿qué le pide el Señor a Josué allí en los versículos 7 y 8? Le dice que tiene que tener valor y firmeza, para obedecer toda la ley que su siervo Moisés le mandó. Josué debía de estar pendiente de la ley y estar en su corazón preparado para que se cumpliera la Palabra y hacer conforme a lo que en ella estaba escrito. Josué debía de hacer que la Palabra se cumpliera en su corazón; él debía de hacer que en su casa se cumpliera la Palabra que se hiciera tal cómo estaba escrito. Y a la vez, él debía de tener firmeza y valor para hacer que el pueblo cumpliera la Palabra.

Muchas veces, cuando se levantará hacer lo contrario, Josué tenía que pararse para decir que se iba a hacer tal y como estaba escrito en la ley. Le dice, “No te apartes de ella.” Josué debía de vivir apegado a la Palabra para que él pudiese tener éxito en esta nueva asignación; debía de vivir pendiente y aferrado a lo que estaba en la Palabra, pendiente de lo que decía la Palabra, para cumplir lo que en ella estaba escrito. En el versículo 8, le dice, “Recita siempre en el libro de la ley y médita en el de día y de noche siempre...” Recita siempre, habla siempre la Palabra, ten pendiente la Palabra, que la Palabra esté en tu mente y este en tu corazón. “Medita en el libro de la ley de día y de noche.”

Josué debía de estar constantemente tomándose el tiempo para meditar en la Palabra, para reflexionar en ella. Cuando hablamos de meditar, no es pasear nuestra mente. Al contrario, es llenar nuestra mente con la Palabra del Señor. En medio de todas las ocupaciones que Josué iba a tener porque ahora, el nuevo líder, el nuevo encargado, el debía de tomar tiempo a la meditación del libro de la ley— porque la Palabra debía de estar en su mente y debía de estar en su corazón. Él debía de conocer la Palabra para que él pudiese cumplir como estaba escrito. La única manera de que Josué pudiese tener éxito en todo lo que iba a hacer estaría determinado por la obediencia y por el cumplimiento, por la meditación que él tuviera hacia la ley, que ya se le había entregado.

Hoy no es muy diferente para la Iglesia. Nosotros tenemos que vivir meditando la Palabra del Señor. Estos son tiempos difíciles, y es ahora dónde Dios está cada día pidiéndole a la Iglesia que debe de estar sujeta a la Palabra. Pero para conocerlo que en ella está escrito, debemos de vivir meditando la Palabra. Debemos de darle tiempo, debemos de darle importancia, debemos darle prioridad a la búsqueda de la Palabra.

¿Cómo están estos tiempos de búsqueda en nuestras casas? ¿Qué tanto valor le estamos dando a la Palabra del Señor?

Cuándo nosotros estamos buscando y estamos interesados en agradar al Señor, es allí cuando nos vamos a la Palabra para conocer lo que en ella está escrito. Y así hacer como está escrito en la Palabra— aquel que vive en obediencia a la Palabra del Señor, aquel que la práctica, aquel que la vive, ese vive agradando al señor porque Dios anda buscando un pueblo, una Iglesia que viva en obediencia a su Palabra.

David decía en el salmo 119:11, “En mi corazón atesoro tus dichos para no pecar contra ti.”

¿Dónde tenía la Palabra David? Él la tenía en el corazón. Para que esa Palabra estuviera en su mente y en su corazón, David estuvo buscando la Palabra. Dice que de día y de noche también él meditaba en la Palabra. Él vivía buscando, conociendo la Palabra. ¿Porqué David tenía este objetivo de guardar la Palabra en su corazón? Porque él no quería pecar contra Dios, y la única manera en la que él pudiese vivir agradando a Dios era obedeciendo la Palabra. Hoy nosotros debemos de vivir en obediencia a la Palabra, pero para eso, debemos de conocer su Palabra.

Debemos de conocer lo que está escrito en las sagradas escrituras. Si nosotros no conocemos la Palabra, es por eso que hacemos las cosas basado en nuestro razonamiento, basado en nuestros sentimientos, en nuestras emociones, y no bajo la dirección de la Palabra. Hoy nosotros debemos de estar constantemente buscando la Palabra. El pueblo cristiano debe tener llena su mente, su corazón, de la Palabra del Señor así como David vivía: en constante búsqueda de la Palabra. Así hoy la iglesia debe de estar buscando la sagrada Palabra del Señor. Dios está hablándole a su pueblo; Dios le habla aquel que le busca, aquel que está interesado, aquel que se toma el tiempo para meditar en la Palabra. Estemos orando, pidámosle al Señor que sea él que cada día ponga el querer, como el hacer para que en nuestros corazones nos podamos disponer y así estar buscando la Palabra día y noche a cada momento. Mientras tengamos la oportunidad, vivamos buscando esa Palabra que trae vida, esa Palabra que es el sustento en todo momento en la vida del cristiano.

Hoy vivimos en una sociedad acelerada. Todo mundo está ocupado, y en medio de tanta ocupación la gente descuida lo más importante. Es por eso que nosotros tenemos que revisar nuestra agenda, y ver qué tan ocupados estamos, y ver qué cosas tenemos que quitar para que haya tiempo y así dedicarle tiempo a esa Palabra bendita, a esa Palabra sagrada, tal como lo hicieron los apóstoles en hechos 6:2. Mire lo que dice la Palabra: “Así que los doce reunieron a toda la comunidad de discípulos y les dijeron: «No está bien que nosotros los apóstoles descuidemos el ministerio de la palabra de Dios para servir las mesas.”

Aquí, los Apóstoles estaban tan ocupados. Sabemos que habían convertido muchas personas al evangelio y ahora ellos tenían muchas ocupaciones, pero llegaron al punto de reflexionar y de decir, “estamos tan ocupados que hemos descuidado el Ministerio de la Palabra.” Ellos en su agenda priorizaron la búsqueda de la Palabra y dice que les entregaron algunas asignaciones a otros discípulos para ellos tener tiempo, y así dedicarse a la búsqueda de la Palabra.

¿Cómo está este tiempo de intimidad? ¿Cómo está ese tiempo de búsqueda del Señor en nuestras vidas? Si estamos tan ocupados, tenemos que analizar nuestra agenda y ver qué cosas vamos a soltar para dedicarle tiempo a lo que es más importante: la Palabra, la meditación, la reflexión. La búsqueda del Señor a través de la Palabra debe de ser lo primero. Lo demás es secundario, hermanos. Démosle prioridad aquello que trae vida, aquello que nos prepara, aquello que nos abre el entendimiento, aquello que nos alumbra el camino. Y, ¿qué es lo único que nos puede alumbrar el camino? Sólo la Palabra del Señor.

Para eso, debe de estar en nuestros corazones, debe estar en nuestras vidas. David decía en el salmo 119:105, “lámpara es a mis pies tu palabra y lumbrera a mi camino.”

David había encontrado luz en su camino a través de la Palabra. De pronto al obedecer la Palabra, al vivir haciendo lo que estaba escrito en ella, David había encontrado luz, y de pronto ya no estaba tropezando en su camino, y pronto andaba por caminos correctos— por caminos que lo llevaban a la bendición, que lo llevaban al éxito porque estaban dirigidos— por la Palabra del Señor. ¿Estamos en obediencia nosotros a la Palabra? ¿Estamos cuidando nosotros de hacer todo conforme a lo que en la Palabra está escrito? Ya está dado todo, sólo tenemos que buscar lo que está escrito en la Palabra y de esa manera guardarlo en nuestros corazones, hablar lo que están en la Palabra, y hacer como en ella está escrito. El Señor le dijo al pueblo en Deuteronomio 6:6-9, “Grábate en el corazón estas palabras que hoy te mando. Incúlcaselas continuamente a tus hijos. Háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando vayas por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes. Átalas a tus manos como un signo; llévalas en tu frente como una marca; escríbelas en los postes de tu casa y en los portones de tus ciudades.”

¿Dónde debía de grabarse la Palabra, este pueblo? Primeramente, el Señor le dice que debe de estar grabada en el corazón. Muchas veces la Palabra está en físico— está en un libro, está en alguna publicidad, la tenemos en la Biblia— pero es lamentable que muchas veces no está en el corazón, el primer lugar, el lugar más importante. Dónde debe de estar la Palabra es en nuestro corazón. Es por eso que nosotros debemos de estar permitiendo estos tiempos en nuestras vidas, para que la Palabra está entrando de continuo a nuestros corazones. Le dice a los padres, “incúlcaselas, a tus hijos.” ¿dónde¿Dónde quiera que vayas? En el campo, en la ciudad, cuando te acuestes, cuando te levantes, ¿que debía de estar haciendo este pueblo? Hablando la Palabra, enseñando la Palabra. Que alumbre hoy la lámpara de la Palabra en nuestros hogares; que lo que hoy estemos hablando siempre esté dirigido por la Palabra. Que lo que hoy esté saliendo de nuestro corazón sea de la Palabra del Señor.

Muchas veces, lo que habla nuestra boca es lo que está en nuestros pensamientos, es lo que dictan nuestras circunstancias. Pero muchas veces, no hablamos lo que está en la Palabra del Señor. Un corazón que está lleno de la Palabra siempre va a estar hablando de la Palabra y siempre va a estar declarando no lo que dice su circunstancia, no lo que dicen sus sentimientos, no lo que dice sus pensamientos, sino que estará declarando siempre la Palabra del Señor. Este es un buen tiempo para qué meditemos cómo estamos en cuánto a la relación en cuánto a la búsqueda de la Palabra del Señor.

Padres, ¿están hablando la Palabra a sus hijos? ¿Están permitiendo que la Palabra sea una prioridad en sus casas porque todo debe de ser regido por la Palabra? Muchas veces, nosotros fracasamos ante los ataques del enemigo porque no tenemos la Palabra, porque el enemigo anda viendo cómo destruye nuestras vidas, cómo afecta nuestra vida espiritual. Y muchas veces, por la ausencia de la Palabra en nuestro corazón, no sabemos qué hacer. La Palabra es esa herramienta importante que a la vez nos sirve de una arma poderosa para derribar toda oposición. Todo plan, toda cosa que se levanta en contra del conocimiento de Cristo a través de la Palabra nosotros lo podemos destruir. Pero para eso tenemos que cuidar el Ministerio de la Palabra, la búsqueda continua de esa bendita y sagrada Palabra.

Mire lo que estaba pasando en Nehemías 4:17. “Tanto los que reconstruían la muralla con los que acarreaban los escombros y los que cargaban el material con una mano trabajaban y con la otra sostenían sus espadas.”

Ellos estaban ocupados trabajando en la obra. Estaban reconstruyendo la muralla, pero mire que dice que sostenían con la otra mano la espada. En la Palabra nosotros podemos ver que esa espada representa la Palabra. Entonces, ellos no descuidaban la Palabra, a pesar de que tenían ocupaciones. Estaban listos con la espada de la Palabra; la tenían al frente, no la tenían en descuido, no la tenían abandonada. Hoy nosotros podemos estar haciendo diversas cosas, pero no descuidando la Palabra démosle ese lugar. ¿Porqué ellos tenían la espada de la Palabra lista? Porque estaban reconstruyendo y el enemigo estaba viniendo de continuo a querer estorbar la obra. Y ellos sabían que cuando el enemigo se levantarán, pero si Ellos tenían la Palabra lista, la espada lista, ellos iban a poder destruir a sus enemigos, y el enemigo no iba a poder tener victoria. Si hoy nosotros tenemos lista la espada de la Palabra en nuestras vidas, no importa el ataque con el que pueda venir el adversario. Si nosotros estamos listos con la espada de la Palabra, vamos a poder destruir todo ataque de nuestro enemigo.

Pablo le dijo con los Colosenses que la Palabra de Cristo habite en abundancia en nuestros corazones. Si de algo, vamos a llenar nuestra mente, si de algo, vamos a llenar nuestro corazón en todo este tiempo a lo largo de nuestra vida cristiana que sea de la Palabra del Señor. Iglesia, busquemos esa Palabra que trae vida. Busquemos esa palabra que es nuestro socorro. Busquemos esa palabra que es el sustento que es el maná que nos alimenta, que nos mantiene día a día. Nosotros no podemos vivir alejados de la Palabra. Si queremos agradar a Dios, si queremos vivir alegrando el corazón del Señor, debemos de vivir escudriñando la Palabra para que cada día podamos conocer la voluntad del padre y hacer cómo está escrito.

El Señor le dice a Josué que él debe de guardar la Palabra, pero que también la debe de obedecer. Dice Santiago que no seamos solo oidores, sino que también hacedores de la Palabra. Hoy nosotros estamos listos para escuchar la Palabra. Qué bueno cuando escuchamos al predicador, cuando escuchamos al hermano, cuando escuchamos al pastor dar una Palabra, pero que no solamente se quede esta palabra en el corazón, sino que también la estemos llevando a la práctica. El propósito de meditar, de reflexionar, de tomarse tiempo para buscar la Palabra del Señor es para que la podamos practicar; es para que la podamos poner por obra que el Señor nos ayude en este tiempo; y que cada día, nosotros podamos reconocer en nuestro corazón la importancia de la búsqueda de la Palabra porque aquel que busca la Palabra siempre va a obtener éxito y siempre andará por caminos justos, por caminos que serán agradables al Señor.

Vamos a orar en esta hora para que sea el Señor ayudándonos cada día en la búsqueda de la Palabra. Padre amado, te damos gracias. Te bendecimos por todo lo que tú estás haciendo en nuestro corazón hoy, día a día. Señor, tú no estás hablando a nuestro corazón para que podamos hoy priorizar qué es lo más importante. Sabemos que hay diversas ocupaciones y que muchas veces estamos atareados en diversas ocupaciones. Pero hoy, Señor, te pedimos, Padre, que nos ayudes a priorizar lo más importante que es la búsqueda de tu palabra. Tú eres tan bueno, Señor, que hoy nos estás hablando y hoy nos están dando, Señor, la dirección correcta, y hoy nos está diciendo que la única manera en la que nosotros vamos a poder obtener éxito en todo lo que hagamos será si estamos alineados a la Palabra, en obediencia a lo que en ella está escrito. Bendice nuestros corazones, háblanos cada días, Señor; te pido, Padre, que al buscar, Padre Amando, la Palabra. Nuestros corazones, Señor, sean bendecidos y nuestro entendimiento sea abierto.

Señor, que te podamos conocer en cada día padre amado en la búsqueda de la Palabra. Señor, háblanos a través de tu espíritu santo. Revélanos la Palabra que cada día la podamos entender, que cada día halla hombre, Señor, de tu Palabra en nuestros corazones para que podamos vivir en constante búsqueda de tu Palabra. Te damos gracias. En esta hora, te bendecimos por todo lo que estás haciendo y por todo lo que seguirás haciendo en la vida de tu pueblo. Te damos la honra. Te reconocemos cómo el Dios más grande— te reconocemos cómo nuestro Dios, te reconocemos cómo nuestro Salvador— te damos las gracias por la misericordia que tienes al enseñarnos, Señor, lo que debemos de hacer por la bendita y sagrada Palabra. Te damos la gloria y la honra, en el nombre sagrado de Cristo Jesús. Amén y Amén.

Dios les bendiga, Iglesia.

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